¿Y?
¿Qué esperas?
Me seducís,
en un deseo egoísta de conocerte, de mezclarme con vos. En irme de todos y
dejarme llevar. En descansar en tu espacio y ser parte del todo. Pero sería tan
definitivo que retrocedo.
Si bien me
tentás y me atraés magnéticamente… Sigo
oponiendo resistencia, ya no por mi.
Por ellos.
Porque va a
ser tu goce tan absoluto, tan posesivo y celoso que no podré volver.
Y aunque la
sola idea de lo eterno me relaja, no puedo aceptarte ahora.
Debo
pelear.
Debo seguir
firme y dejar que tu respiración en mi nuca resbale. Cerrarme por completo a
todo y no sentir.
Mirarte de
lejos y demostrarte, con esta imprudencia mía, que no te tengo miedo.
Porque
confío más en la eternidad de mi esencia que en cualquier otra cosa.
Porque
tampoco va a ser hoy, adorada Muerte, cuando me encuentres receptiva.
Y es obvio
que haga como haga mi camino, siempre voy a terminar en tus brazos.
Así que… no
te preocupes, por que todos tenemos nuestro tiempo.
Simplemente
no me toca.
Admito que
tu paz me hipnotiza, y tu lentitud me conmueve, pero no aún.
Y aunque
varias veces quise que vinieras a mí atropelladamente, nunca dejaste de ser una
idea leve. Como un chiste a mi misma. Una promesa sin cumplir.
Te propongo
un trato: Vení a mí cuando ya no pueda postergarse más.
Y yo te
prometo hacértelo muy agradable. Hasta delicioso.
Porque
sabemos que por más que cedas en esto, yo te atraigo tanto como vos a mi, así
que… dejemos que la buena añejación siga su curso.
¿Si?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario