lunes, 29 de julio de 2013

Adorable



Abre los ojos, sólo ve los cuadraditos de luz que tratan de atravesar la persiana. Recorre las cosas de la habitación tratando de recordar porque esta ahí. Mucha ropa amontonada arriba de una silla rota. Un montoncito de basura con una escoba gastada al lado, la cama totalmente desarmada y un acolchado intenta cubrirla. El mueble que tiene adelante tiene la puerta caída y se pregunta quien querría vivir así. Siente un brazo bajo su cuello y automáticamente se tensa. Se sienta con brusquedad en la cama, que tiene un pronunciado pozo en el colchón, y mira al individuo que duerme como si el mundo no importara. Ve la saliva que cae sobre la barba y se pegotea contra la almohada. También ve que tiene un ojo a medio cerrar y se pregunta si la está espiando. Se levanta y un intenso malestar en el abdomen le recuerda la noche anterior. Siente la sangre seca que chorreó sobre sus piernas. Recuerda el dolor. Vuelve a mirar a ese hombre y siente náuseas. Quiere bañarse, quiere salir corriendo. Trata de recordar si había algún lugar para lavarse cerca, comienza a juntar sus cosas. El lamentable tipo despierta.

“Hola preciosa”.

Se seca la saliva con el dorso de la mano y se levanta. Puede ver que también él tiene sangre seca por todos lados. Más rápido de lo que le hubiera gustado le da un fuerte beso en la boca y le lame los labios. Horrorizada se aleja y trata de no ser tan obvia al limpiarse la cara. Sin embargo le queda impregnado su fétido aliento.

¿Quieres volver a la cama conmigo?”

Ella niega vehemente y él le indica un lugar para lavarse.

“No uses las toallas del baño, todo acá es muy sucio.”

Ella siente que no se refiere sólo a la mugre visible. Pero no pregunta. Solo quiere salir de ahí.

Se limpia como puede, cubre su desnudez con la ropa que odia. Vuelve a la habitación y ese inmundo hombre le dice que van a desayunar. Se inventa una sonrisa. Salen del lugar caótico y en un sucucho toman café con leche y medialunas. Son más de las dos, tenía hambre. El tipo le cuenta toda clase de anécdotas de cómo es querido y admirado por los que conoce. A ella le parece un farsante con ínfulas.

“Espero que la hayas pasado tan bien como yo. Quiero verte otra vez. Yo te puedo ayudar.”

Ella le agradece y recibe los billetes. Se despide y toma un taxi.
Llora todo el camino de vuelta a su casa.

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