miércoles, 27 de noviembre de 2013

Todas.

En las brumas del olvido,
con las manos tibias y el cuerpo lleno,
sin brisa en un verano eterno,
cuando las frutas resplandecen pegajosas
en las copas de los árboles
y el zumbido de las moscas retoza
 haciendo sordos los lamentos…
Así está ella, llena de polvo mirando el cielo,
con alas nuevas y aliento fresco.

Con el pecho hirviente
Y la sangre a galope,
Reconoce su ansia
Y la devora extasiada,
Y en su mente depredadora
Dibuja los contornos de su presa
Inventando ritmos
Acariciando vaivenes
Saboreando salivas
Olfateando horizontes,
Llama a su Luna amiga
Y en aullido silencioso,
Hace vibrar su hambre
Y lo transforma en hambre de todas.
Entonces sus compañeras acatan
el grito sutil de la Hembra Alfa:
Levantan sus faldas,
Para cabalgar a sus hombres.

Y la noche se eleva
En éxtasis prodigioso
Llenando de poder a la primera,
Para no ser vista llegar.
Con su presa confundida
Y desorientada,
Ensayando tímidas formas
Y casta lentitud.
Con un volcán a punto de estallar
A pura lava errante…

Y asesina.

Lo posee sin piedad,
Dando tiempo a la tortura
Impregnando su sangre
De agresiva propiedad
Y adictiva resistencia,
Se va dejando fundir
En un clímax apabullante
Quiebra la calentura de las sombras
Con un grito liberador…

Y el cielo explota,
desatando su celo
y bautizando con lluvia
la entrega de los hombres devorados
consumidos por sus mujeres
dueñas de sus almas,
dueñas de sus miedos,
dueñas de sus ardores,
de su  esclava lujuria,
de su necesidad animal.
Y cae, plena
Sabiéndose dichosa y lejana...

Con la llovizna limpiando su sudor
Y regalándoselo a la Tierra.
(Madre de todas las cosas)
Mujeres,
Hermanas en su entrega,
Con el poder en sus manos
De cara al cielo suspiran
Y reciben cómplices,
Con sus sonrisas perversas,
El temblor de la Tierra
bajo sus piernas.








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