viernes, 8 de noviembre de 2013

Lo que Uno Ama.


Me regalaron una maquina de escribir cuando tenía diez años, con la esperanza de volar por mil mundos a la vez. Para darle alas a este pensamiento que me ha hecho solitaria tantas veces.
Y mi hija se levanta cada día con las manos encendidas, llenas de dibujos, pequeñas historias que anhela contar: carreras de caracoles, toboganes eternos, barriletes sonrientes, globos de arco iris, fotografías de carcajadas, muñecas y animales, un mundo lleno de mariposas donde todo esta conectado por hilos bien visibles.
Y a medida que los traza, que los plasma en papel, los va dejando caer al suelo, dedicándose al siguiente y luego otro más.
La primera vez que enfermó, se le  atascaron los dibujos que no había hecho en esos días. Cuando al fin pudo levantarse, estuvo dibujando hasta terminar de sacarlos de ella, sólo después pudo seguir.
Como un escritor atorado de historias, o un inventor ahogado de ideas.
Esa obsesión por el dibujo, esa pasión que la domina, me da una mezcla rara de celos y orgullo.
Porque es mezquina con sus creaciones, sólo a escondidas logro mirar lo que produce. Y a la vez, me parece genial y hermoso que a sus cortos cinco años pueda ser tan compleja en su sentir y en la manera de expresarlo.
Me regocija que tenga una pasión que le queme la sangre.
Que reconozca su propia vibración en esas cosas, que vuele y busque la soledad para dibujar... me resulta tan... familiar...
Me veo en ella, a veces. Y me da ternura y me da miedo.
Porque sé que la pasión quema tanto como congela.
Empuja y retiene.
Nos hace volar por mil mundos, pero nos aleja de este.
Nos corroe y nos construye.
Es lo que nos hace eternos.
"Encuentra lo que amas y deja que te mate"
¿De qué moriremos?
Nosotras moriremos de Tinta.

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